SABER ESTAR
Los actos de injusticia me producen
indignación apoderándose de mí una impotencia que me provoca irritación, algo
que se acerca a la violencia contenida aunque no sea exactamente lo mismo. Uno
no consigue desasociarse de ese sentimiento frustrante tan fácilmente. No es
habitual en mí carácter, no, huyo de ello, pero la irritabilidad parece estar
en nuestro ADN humano.
La violencia verbal que según en qué momentos
utilizamos, es una reacción común al considerar que algo es injusto, ofensivo,
dañino, una falta de respeto o cualquier otro tipo de daño o maltrato que
ocasionen a otros o a uno mismo. Se puede aplicar la indiferencia, es un
recurso sensato, pero su uso suele llegar con la madurez y no suele ser,
dependiendo del caso, aconsejable. Lo que harta en algunas relaciones humanas
es la estupidez, la coacción, el lado maligno e innecesario que se utilizan con
torticeros propósitos.
Hemos de dejar que la imaginación pastoree
libremente los fértiles campos del pensamiento, de la solidaridad, de la
entrega, de la concordia. El silencio, la ponderación en los gestos y palabras,
la cerrazón, la admiración, la añoranza, el fervor, la pasión, el odio, la
intemperancia y coacción, la mordacidad... Hay tantas formas de comportamiento,
que según cómo debemos aprender a sujetarlos o liberarlos para afirmarse con
voluntad de dar acierto, acomodo y sentido a la vida en relación a los otros,
algo que a veces no resulta fácil. El silencio, la concentración, contención de
nervios y meditación, son factores que ayudan, guiños cómplices que se alían para evitar la llegada de la desolación, de la
truculencia y de la ira.
Hay que cultivar los valores que creemos nos
hacen mejores como la amistad, el amor, la solidaridad y la tolerancia, tratando
de contener las imprecisiones, el escepticismo y las vanas disputas que caminan
hacia lo distópico de un sistema que entontece y aprisiona.
Es preferible agarrarse a la utopía y volar
con ella, pues como bien decía Galeano, nos sirve para caminar en un
mundo mejor buscando metas, ideales, y ganas de aprender a convivir con
paciencia y tolerancia, yendo en pos de lograr una sintonía entre propósitos y
logros que nos acerquen a un mundo más humano y benefactor.
Barcelona, marzo del 2025
© Teo Revilla Bravo
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